Tradicionalmente se han venido usando todo tipo de fertilizantes y plaguicidas para conseguir mejorar la producción de las cosechas. Como resultado del cultivo el suelo va agotando sus nutrientes y el agricultor compensa ese déficit incorporando fertilizantes y otros químicos al suelo. Sin embargo, el uso excesivo de fitosanitarios va acumulándose en el suelo, contaminándolo y frecuentemente pasando a las aguas subterráneas, superficiales e inclusive a los alimentos que consumimos. ¿Cuáles son las consecuencias a mediano y largo plazo? ¿Existen medidas alternas, efectivas y sostenibles? Ricardo Díaz Díaz del Instituto Tecnológico de Canarias nos habla sobre este tema; escúchalo aquí.